Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

jueves, 11 de noviembre de 2010

un día cualquiera

(Gracias a "Pilo" por prestarme su imagen tan querida en la ciudad, para esta fotografía al paso)
Cuando salgo a caminar las calles tengo la certeza de gratificarme con los mejores gestos de mi ciudad. No importa donde vaya, por donde pase o mire, todo está dentro de una atmósfera que aún alimenta el alma y es posible percibir. Además nunca es tiempo perdido decirlo, por un temor ingenuo a parecer ridículo, si al final de cuentas la humanidad es dar fe de los sentimientos que nos emparentan, eso que suele ocultarse para no exponer lo que llevamos dentro.
“Cuando uno despierta ya no es indiferente”, dice una canción y me asocio a su frase. Mientras tanto sigo entre las personas que pasan apurados o quienes como yo, dejan que nuestra forma de pueblo aún vigente haga su efecto espiritual. Todos somos el otro y me gusta recordar sin fechas, porque hacerlo significa tener plazos para el olvido o para el amor que no muere, y viaja con cada uno según los propios sueños. No es cuestión de distancia despertar a un día beneficioso, ni de tener ese reloj mágico que nos de la hora reconfortante y genial. Paso por las puertas de la amistad sabiendo que correspondo a alguien que podría no pensar como yo. La oportunidad y la gracia de un pueblo es su gente que va dejando estelas por la vida, pequeñas brisas que alguien escribirá hasta que su propio corazón se apague. (José López Romero)

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