Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

lunes, 7 de julio de 2008

la rebelión





Fueron unos pocos zapatos los que tuvieron la reunión secreta de cuyo resultado surgió la idea de un paro poblacional. En signo de rebeldía se quitaron los cordones (los que lo usaban) y se declararon abstemios de tinturas y pomadas de lustre y por amplio concenso decidieron no prestar servicio durante una semana. Estantes y vidrieras de cuanta zapatería existía en el pueblo quedaron sin el producto de su razón comercial y debieron cerrar sin comprender lo que pasaba. No hubo pintadas previas que llamaron a protestar ni proclamas por los medios de difusión, solamente el boca en boca de calzado a calzado por las calles donde nadie descubrió sus gestos cómplices. Las suelas que esperaban turno en los talleres para ser convertidas en prisiones andantes volaron como alfombras mágicas hasta la concentración popular organizada en una plaza cualquiera. Calzados de todo tipo y color desaparecieron, incluso los que vivían sin laburar y felices debajo de las camas y esto pasó con cada uno de los habitantes del pueblo. Mi pensamiento vagaba en el absurdo y afuera explotaba esta avanzada pergeñada por los más sufridos y pisoteados del mundo entero. Según se supo, todo comenzó con la finalidad de ser acompañados por otros sectores de objetos oprimidos, sugerencia que no fue mayoritariamente acatada. Los hechos se suscitaron de sorpresa para que la rebelión produjera un efecto contundente. El piano de mi amigo Jorge bajó su tapa por sus propios medios y quedó herméticamente cerrado al tragarse la llave. Los marfiles del teclado tuvieron descanso pero a su vez se preguntaban si no sufrirían de pánico o de una pronta nostalgia tanguera. La actitud de los zapatos fue imitada por unos pocos útiles que los humanos usufructuamos sin pensar, o que lo damos por hecho y nos apoderamos de ellos como si fuéramos sus dueños naturales. No obstante la convocatoria fue diversa y mostró el descontento de las cosas sujetas a nuestro dominio. El pueblo quedó paralizado por la huelga de los tamangos y el crédito de su éxito se extendió como cheque en blanco para mocasines, botines, suecos, alpargatas, botas de caucho y sandalias. Modelo por modelo el mensaje llegó a todos los calzados de la comunidad que de golpe y porrazo quedó virtualmente en patas y sin algunos privilegios comunes hasta allí. Muchos no quisieron salir a la calle con sus pies descuidados que daban vergüenza. Otros se sintieron liberados de la opresión que les anudaba la garganta naciendo desde abajo. Se vieron pies grandes, pequeños, medianos, limpios y sucios, agradables, poco agraciados y muy hermosos. No faltó nada en la viña y la exposición humana duró una semana. Fue el tiempo suficiente para que todos experimentáramos la parcial desnudez como una purificación de los sentidos. Las terminales plantares despertaron reflejos desde sus puntos nerviosos y corrigieron dolencias ocultas porque se les dio la gana regresando la felicidad, sin premeditarlo, a muchos rostros con cara de tuge. Fueron masa por siete días talones suaves y ásperos con estrías, dedos deformados y aquellos que emergían como orgullosas esculturas griegas. Arcos aplastados, tobillos finos y gruesos, empeines velludos, pies acostumbrados al olor del encierro y al polvo pédico, los que recibían mimos cotidianos, las uñas pulcras y las recortadas cada muerte de obispo, los callos y los pies conchetos acariciados periódicamente por un pedicuro voyeur. Pese a tanto camino andado los zapatos no supieron expresar con claridad sus necesidades que terminada la protesta no fueron correspondidas. En el momento culminante de la pueblada hubo corridas y pocos pudieron escapar a los gases y a los rígidos bastones. Solo las zapatillas deportivas zafaron de la represión de los uniformados, disminuidos estos sin el sonido de marcha intimidatorio, ¡plac, plac, plac! característico de sus borceguíes contra el suelo, que también salieron de los cuarteles para solidarizarse con la propia especie. Finalizado el alboroto, extenuados y sin victoria, los insurrectos regresaron a sus tareas de ser esclavos de la gente. pero estos no olvidaron los días descalzos y en la semana siguiente, pese a todo, fueron considerados como tales y gozaron de mejores atenciones. Pero, como siempre, la normalidad de las preocupaciones comunes y ordinarias del pueblo nublaron los serios incidentes. Cada cuál atendió su juego y la gente continuó con sus berrinches y placeres mientras que los calzados a regañadientes, siguieron siendo solamente zapatos. (JLR)

19 comentarios:

  1. -Muy bueno!!!! Zapatos en rebelión, que tal?, voy a tantear con los mios, veremos que resulta.

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  3. Inteligente y delicioso relato. Sonreía mientras lo leía.

    Después tantee debajo de la mesa si los míos se habían sumado a la rebelión por indiferencia, cuando no camino por la calle yacen abandonados.

    Una vez,en un restaurante de postín, y acompañada de un elegante caballero, perdí uno de mis zapatos. Mientras el camarero, muy profesional, sin inmutarse por la extraña situación, lo encontró debajo de un silloncito, yo me moría de la risa.

    Me encanta tu relato tanto como liberar a mis pies de sus ataduras.

    Sigo loca con los cambios.

    Un abrazo.

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  4. josé, q tal
    muy bueno che, yo creo q clasifico como uñas cortadas cada muerte de obispo
    me sentí identificado xD hay un lugar para todos en la fuga de los zapatos
    un abrazo

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  5. Para mañana se ha convocado a un Paro Nacional por la educación,

    Espero todos los zapatos estemos frenados mañana en su apoyo.


    Abrazos

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  6. Excelente tu relato. A mí me recordó también a Saramago pero su obra "Las intermitencias de la muerte". Allí la acción se desarrolla en un país donde la muerte se ha rebelado y tampoco actúa. Saludos

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  7. Espero no haber incurrido involuntariamente en un hecho delictivo contra la propiedad intelectual del señor Saramago. Jamás lo he leído y no creo estar en el ámbito de su esfera. Buscaré su trabajo para ver mi modesta similitud con su idea.

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  9. Lindo cuento.... una rebelión del pisoteado, que ha de resignarse a ser zapato, con el derecho violado y los sueños por el suelo...

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  10. Amigo escritor José.
    Para escribir sobre la rebelión hay cantidad de escribientes, "ni ", periodistas que tienen un ingenio extraordinario para describir un paro aunque sean reiterativos, máxime si son estos "ni", televisivos, con perdón de alguno que otro que anda por ahí y vale la pena prestarle atención.
    Para escribir "la rebelión de los zapatos" con la gracia y el buen decir hace falta llamarse José Luis López Romero.
    Sin pedirte permiso, en uno de esos cambios que traje con mi reaparición en el ruedo del aprendizaje, he tenido la osadía de poner tu blog como "recomendado" ¡Cómo si yo tuviera que recomendarte!. Pero es un lujo para mí, que quien abra mi blog, de inmediato se encuentre con tu nombre y que ¡oh! ¡casualidad! ignore que existas.
    Te pido disculpas por mi atrevimiento.
    Sonia

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  11. "...Cada cuál atendió su juego y la gente continuó con sus berrinches y placeres mientras que los calzados a regañadientes, siguieron siendo solamente zapatos..."
    querido jose, Saramago me encanta, pero su texto me remonto a una vieja pelicula de Bunuel,"EL" dde el zapato juega un rol mas q preponderante a la hora del placer.
    un abrazo afectuoso,
    La U.

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  12. José: siempre es una experiencia agradable leerte; sobre todo en un momento donde parece que nadie quiere abandonar la chateza de los escritos estrictos y atados a las formas tradicionales que han muerto por fusilamiento.

    Y... en cuanto a lo que me provocó la lectura puedo decir que hubo un par de historias periodísticas de relevancia nacional que pasaron por mi mente. No sé aún por qué.

    Te mando un abrazo, y espero que escribas por muchos años más, así el hijo que esperamos con mi señora tiene la oportunidad de crecer leyendo a un tipo que logra salirse del standar colectivo decadente y vetusto que contiene un olor a naftalina que mata el crecimiento intelectual.

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  15. Hola José! Entré para dejarte unas palabras de agradecimiento y me enconte con este texto. Ahora las gracias son dobles!!!! Me pareció buenísimo. Un abrazo enorme. Mercedes Sáenz

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  16. Me encantó, en serio. Y no solo por lo que trata, sino por cómo lo trata.

    HERMOSA REVOLUCIÓN.

    Saludos!

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  17. Ciertamente tu relato es, a mi humilde entender, excelente. Lo visualizo y lo llevo a imágenes urbanas de mi país. Me encantaría tener contacto directo contigo a través de tu correo. Sería posible obtenerlo?

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  18. Pero ¿Qué seria de nosotros sin zapatos?, no quiero ni pensarlo.
    Hacía tiempo que no venia por aquí, pero hoy me alegro de haber entrado en tu casa.
    Un cordial saludo.

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