Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

domingo, 8 de febrero de 2009

aire gratis, ventanas y ganas

Roberto puso en marcha su auto a las 6.30. Retrocedió como todos los días y el gato negro debajo del vehículo observó su partida con expresión de gato. Nada hubiera tenido un significado especial si no hubiera sido por el color del felino, supersticiosamente negro. Puse en práctica mi desayuno de agua caliente y yerba amarga para vagar sin rumbo por la planicie de mi mente recién rescatada del sueño. No conseguía alejar de mi registro la oscura pelambre del gato con lo que pensé estaría atrayendo alguna carga negativa. Me encogí de hombros diciéndome con el gesto, “qué más da”, pero no lo creí del todo. Agregué café a la infusión para agradar aún más mi paladar pensando que ello sería la ingestión más fuerte de la jornada. Cerré este episodio que quise escribir porque todas las ventanas están abiertas y el aire de lo que se me da la gana sigue siendo gratis. El ínfimo gasto del bolígrafo y el espacio oferente de un cuaderno siempre listo, como el estrecho margen de mi mente, dieron esto. Desde la portada de una revista me sonreía un basquetbolista y una muchacha de rostro felino de los que necesitan los editores para elaborar una página atractiva. A mi lado la calculadora ociosa sigue imperturbable mezclada con mis gafas de ver el mundo, su estuche y dos gorras de cotillón. En un espacio de diez o quince centímetros discurren silenciosamente un diccionario obeso, cinco cuadernos, una entrada de fútbol usada, una boleta de banco enfrentada a una tableta de cápsulas de magnesio. Mi celular y el radio, casi parientes, seguían dormidos. Con su frío cortante la tijera mira con ojos invisibles al servilletero y tres cajas de amoxilina, la tapa de la yerba al revés y el café en una lata de galletas “A la fleur de sel” que trajo la francesita Anne en una de sus visitas. El control remoto me parece un dictador en decadencia, insignificante y mucho menos importante que el vaso verde del agua en el "dispenser" con servicio permanente. Un mundo sobre la mesa, una multitud de razas vestidos de objetos, diversos y políglotas como un mercado persa que jamás he visto. Una mesa es un pañuelo que ejemplifica el universo con sus distintos circos del “tú tienes lo que yo no amontono” y viceversa, pinta nuestra vida como si fuéramos rockefeller’s de una villa clandestina. La iguana que trajo Sebastián desde Mallorca me guiña desde sus cuencas vacías, colgado en la pared que esta semana posará nuevamente desnuda sin la mano de pintura que le adeudo. El libro de “Merci” refuerza su paciencia con un señalador inmóvil desde que comencé la segunda lectura. El teléfono fijo, una bolsa de fotografías, la máquina de coser de mi madre que nadie usa, el grabador a cinta que guardo como auxilio cuando la tecnología digital me deja huérfano.
Al costado de la pantalla de los múltiples canales, prima lejana de aquel telón mudo donde conocí a Charles Chaplin y Cantinflas, esperan atención una foto blanco y negro, la lupa de Eduardo que no agranda las cosas y una pila de diarios que se viene abajo. En el margen de una página cualquiera de mi agenda dice María Agustina y es el nombre de una entrevista que ya es pasado hace una semana. Mi futuro inmediato pasa por los tragos calientes para amigarme con la frescura matinal de la estación de las flores, como dijo Elisa, bendita y majestuosa primavera de América del Sur. (José López Romero)

15 comentarios:

  1. A través de tus letras he visto centímetro a centímetro una mesa, una pared, una habitación... que bien podía ser del lugar donde estaba "Roberto" antes de poner en marcha su auto. Me ha gustado, José. Abrazos

    ResponderEliminar
  2. José… este escrito es como que dice; hoy no hay ganas. Todo me da igual… día de pasado, de recuerdos… un gran desorden… cargado de nostalgia. Quizás sea yo… pero lo leí anoche… y lo vuelvo a leer ahora, en la mañana… siento lo mismo. Me dan ganas de decirte tranquilo… mañana veras todo con mas claridad y darte un abrazo… Un escrito desde el alma. Gracias. Te dejo Un Beso. Silvi.

    ResponderEliminar
  3. - Interesante inventario, querido amigo. Escribís distinto, como más expuesto, me gusta y mucho. Un beso y otro y otro. Ade

    ResponderEliminar
  4. había un escritor francés, de cuyo nombre no me acuerdo, que se sentaba en un banco y hacía una lista de las cosas que veía. Luego hacía un relato cogiendo esas palabras. Al publicarlo, ponía la lista y el relato.

    Eran algo magnífico las descripciones, parecían cuadros impresionistas de la época contemporánea.

    Leyendo tu relato me ha recordado a ello.

    saludos

    ResponderEliminar
  5. Tus escritos son como un retrato del tiempo, una foto digital de una calidad aún no desarrollada y con un marco de belleza incomparable.
    Si esto es lo que puedes hacer con desgana, espero impaciente que te besen las musas.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  7. José, mi querido hermano, ese mundo al alcance de tu mano son el palimsesto con el que el pasado emerge borroso en ese presente. Tantos objetos que encierran profundo significado y esas cuatro paredes testigos de tu sensibilidad. Como siempre tus narraciones son excelentes.
    Un fuerte abrazo

    Carlos Eduardo

    ResponderEliminar
  8. José, sabes llegar, describir, hurgar en las imágenes y hacernos llegar la fotografía de lo que miras.
    Un abrazo grande.

    Migdalia

    ResponderEliminar
  9. Increible, he podido ver esa mesa y sus múltiples objetos con su especial significado cada uno, a la vez que el pasotismo de quien está de vuelta de todo. Una sensibilidad exquisita.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  10. José en este verano bonaerense donde la esperada lluvia toca al portón del jardín, me siento y leo este hermoso relato y me deleito en este, tu blog con la calma que dan los buenos textos.

    besos
    Elisabet

    ResponderEliminar
  11. Si parece mi escritorio querido amigo!
    Lo has narrado tan bien que me distingo entre esos diarios aglomerados al descuido y que parecen botarse solos para no desdoblarse de cansancio.
    Eso es lo que me gusta de los cronistas como tú José. Que comienzan desplegando sus perezas y se desenrollan en palabras que no cesan, ágiles, específicas, determinantes. Haré el intento de acercarme a lo que escribes haciendo lo propio en mi oficina. Como ejemplo te tomo para intentar ser cronista. Me gustaría mucho poder leer una crónica tuya explayada a lo largo de unas cuantas hojas. He podido saborear algunas de tu país, de Ushuaia, por ejemplo, en revistas especializadas en crónicas, como Gatopardo (ésta y Etiqueta Negra son mis preferidas).
    Te pido José, hermano sudamericano (como yo, por supuesto, aunque yo tirando un poco para inca), nos regales más seguidos tus escritos. Se te extraña hombre! qué, no te das cuenta?
    Mi abrazo enorme José, recuerda que está pendiente una borrachera (sin fronteras!)

    ResponderEliminar
  12. Impactante fotografía del estado de ánimo de un domingo dentro de la descripción exquisita de tu relato. No estás haciendo inventario de los objetos múltiples que pueblan tu mesa sino de tu vida.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  13. José:

    Magestuosa primavera de Amércia del sur que yo anhelo y magestuosos tus palabras que dejan siempre un sabor agridulce del pasado que llama a la puerta y del presente cargado de realidades que mágicamente son contadas.

    Saludos desde el Mediterráneo, querido contador de historias:

    Mar

    ResponderEliminar
  14. Una descripción que es una vida.
    Un abrazo, Jose.
    Alicia

    ResponderEliminar
  15. Detalle por detalle, cada cosa la he visto como en una fotografía, hermodo relato.
    MARÍA ROSA

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...