Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

jueves, 5 de abril de 2012

amores clandestinos




Caminando pensé, que las reflexiones o los recuerdos, salen del espacio que propone la soledad, los pasos sin apuro y el entorno mágico del campo, apenas alerta por los habitantes de los árboles y los matorrales. Sin resistirme, dejé que las imágenes internas despertaran, hasta sentirme envuelto por un cuento o vivencia que no supe discernir en su verdadera dimensión, y esto decía.
Ella robaba libros en la biblioteca de su pueblo, decía que tenerlos de esta forma los hacía más suyos, además de conseguirlos ilícitamente por una cuestión de necesidad. Los plazos que daban para consumir su lectura era muy breve, y leer atontas y a locas, no le daba sustento ni el alimento literario que de ellos esperaba. En secreto me dijo que ellos eran sus amores clandestinos y que había perdido la cuenta de ellos.
Delgada, de buena estatura, sus cabellos castaños largos enmarcaban con sabia justicia su dulce rostro, sin ser bello, al que nadie hubiera sindicado con el injusto rótulo de ladronzuela.
 Estudiaba filosofía, amaba al Che Guevara, a la revolución castrista y entre sus deseos más fervientes figuraba caminar un día por las calles de La Habana. Su figura delgada que aparentaba fragilidad, tenía como contrapartida un carácter firme y decidido, fundado en las convicciones que había adquirido en sus viajes a las montañas, y por haber vivido en comunidad con artesanos y pensadores post - hippies.
 De allí las comidas verdes y su rechazo por los sacrificios de animales, su aspecto de sacerdotisa condecía con el apego a las plantas, a conversar con estas en la soledad de su patio, y también con el agua clara incorrupta, albergada en unos recipientes pintados con extraños signos o símbolos, a frotar sus manos en las piedras blancas y porosas siempre bien ordenadas sobre la mesa.
No pronuncio su nombre por que sería faltar a una amistad antigua, aunque muy pocos podrían  recordarla, y a la simpatía que despertaba en mi, un poco "picado" porque  hiciera su mundo práctico con las cosas teóricas que yo, como ella, apreciaba.
Voy de cacería, decía, y el camino la llevaría hasta la biblioteca; debajo de su jean ajustado, apretado contra su pelvis, volvería consigo la presa deseada, que nada tenía de capricho, como dije antes.
Alguna vez la vi dormir en posición de ovillo, con su camisa de tela rústica de obrero y borceguíes tipo militar color marrón. Por versiones dudosas, supe que anduvo distintos destinos que no pude corroborar, el misterio de su vida la convirtió en un espíritu de cualquier lugar, y se me antojó pensar que, en campamentos de montes desconocidos, daba clases de doctrina humanista a jóvenes soñadores por un mundo mejor. 
                                      Texto y gráfica de José López Romero

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...