Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

miércoles, 2 de mayo de 2007

de fulanos y salames (una ficción de barrizal)

A la hora de poner el alma todo estaba normal. No me importó algún hereje merodeando la cercanía, absolutamente para nada. Podía firmarlo con todas las de la ley, siempre fue así. Lo es ahora este garabateo desprejuiciado que va despertando a tientas. Todo andaba de cabotaje en mi tarea de beber los tragos de la calle, esos que otros miraban de reojo y para mí era una rebanada de gloria, vale puntualizar el expediente. Por más ambiguo que uno se vea, digo, estamos rodeados por la tentación de jugar una ficha al boleo, así como quien dice por las dudas. En el clamor mundano una vela se puede torcer, derretirse como una tonta y es deducir, que uno se diluye entre tantos yeites atravesados al camino. No es fácil distinguir cuando los puntos se confunden en un mar de fondo de comas y encomillados. Uno borronea en un atrevimiento medio ignorante, que de refilón te corta el rostro con una finta de taita acorralado. "Sos un tarambana", solía catalogarme un viejo amigo borracho de metáforas, profundamente rico en temas protocolares de la realidad, creo estar siendo entendido. La verborrea va y viene, trastabilla o balbucea con la misma cantinela que siempre encuentra letra, gracias al flaco de los maderos.
Los mensajes ocultos del viejo en su afán de quitarme la zoncera eran potentes, y nunca se lo agradecí porque adeudo todavía varias bolillas de su cátedra lunga. Que por otra parte jamás podré levantarlas, eso es seguro, el tío ya no está. Se marchó primero de la ciudad por un asunto de pesos. Al tiempo, me contaron, presentó su renuncia a este valle de lágrimas. Se murió. Los años y cierto malandrinaje no tienen consideración con nadie, y aunque pretendemos espantarlos a escobazos con todo el alma, cualquier turro en una esquina te pone el pie y te vas de naríz. Lo de tarambana me quedó picando y le dí razón al apelativo. Me describía textual, por mi testarudéz conflictiva de andar rebotando contra corriente, como chalupa sin patrón. "Los más vivos del circo andan río abajo con motor fuera de borda", me soplaba a la oreja. "Vos entendiste una parte del embrollo. Pero estuviste cerca de graduarte de salame - me alineó de nuevo con exactitud meridiana - en la tranza de los días hay que sacar magia hasta del bolsillo peluchiento de atrás, elemental. Pero quien tira un centro no puede cabecear, es pura lógica, no queda otra!"
Suspiró tragando saliva señorialmente para terminar luego su sentencia: "Los fulanos de guante blanco manyan a toda vela, no dan mordida en falso,.. y a los pajaritos como vos, je, le abren la trampera para que caigan persiguiendo unos porotos insípidos tirados al descuido. ¿Pelaste la neda?". (JLR)

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