los dos Charlis

De pibe me acostumbré a ir mezclando aquél lamento de los mayores con mis primeras historias. Al paso de los años y con una retroactiva herencia de nostalgia acumulada, esta se fue acrecentando sin el menor atisbo de olvido. "Se murió en lo mejor de su carrera", "algunos dicen que está vivo y no quiere mostrarse desfigurado", "que pinta de varón tenía", ¡qué sonrisa la del morocho!", "¡cada día canta mejor!".

La idolatría a un cantor del pueblo, tal vez el más osado y el que manejó su talento con astuta proyección en el momento adecuado, tiñó una parte importante de mi alma. Todo derivó detrás de su muerte hasta transformarse en un objeto de culto, lejos ya el público de su presencia formal.

Y nosotros, mortales y comunes en sabiduría, seguimos atragantados con el orgullo de ostentar lo mejor, lo perdurable, lo que se vende solo, la fama y sus límites adúlteros con la fantasía. Sin mirarnos hacia adentro vivimos inventándonos recursos que nos ayuden a solventar las frustraciones cotidianas y el "poco más" que se desprende de la vida. Ese Carlos, en su pedestal inamovible, una reliqia íntima como muy pocas, algunos profanos afirman que rivaliza con Cristo. ¿Alguien podría dudar que hablo de Gardel?

Pero mis días desembocaron después en otra liturgia, en el apego contemporáneo a un extraño ser de bigote singular que no tiene sonrisa cautivante ni el pelo engominado. También se llama Carlos, escribe sus propias canciones y cuando habla es mejor escuchar pues su filosofía es esgrima y resonancia, aunque su muñeco te ponga mal, ¿viste?. "Mientras moleste seguiré estando", dice, "el proyecto es estar vivo", "cuando vienen a verme esperan encontrarme medio muerto", "aquí estoy, es poco lo que tengo pero es todo lo que hay". ¿Alguien duda que me refiero a Charli García?. A diferencia de Don Carlos, una eminencia como siempre de funyi y lengue, al flaco de los "tegobis" bicolor lo defenestran los caretas, los que van desparramando "merd" a su paso pero poniendo delante la patente idiota de nenes de mamá. Estos son los que sienten temor si el "pis" moja fuera del inodoro, los mismos que no saben limpiarse con pasto si viene el caso. Flor y nata de la hipocresía en sociedad que no se reconoce entre su propia basura, endilga al pianista los males que supuestamente acabarán con él.

Pero, su avión siempre estará esperándolo para un vuelo que no le preocupa, sino, ¿para qué están los balcones?. El protocolo de la realidad no pasa por su esqueleto lungo, aunque es seguro que lo hagan las armonías interiores que traducen su fidelidad cuando aporrea un teclado.

Los dos Carlos, los charlis que supimos conseguir. Gardel en el brillo del bronce, García con su lápida a cuestas; el de ayer canonizado prócer, el de ahora, que gracias a Dios aún nos golpea con su genialidad en vivo, constantemente procesado por portación de rostro. Inestabilidades y cadenas que llevamos colgadas fuera del cerebro. JLR