Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

viernes, 8 de junio de 2007

Otra de los "Charlis" (2)

Don Carlos salió sin apuro de la casa del rosarino. La Jean Jaurés, ahí donde todos los días se ve una ciudad distinta, paraje de músicos y poetas, enjambre de corazones y colores. El sitio mostraba su "textura" urbana añeja, con olor a café, frituras, tinta seca y pregones de madrugada. Paseantes desorientados, amores perdidos y desesperados buscados por una seccional de puertas cerradas, dibujaban sus ofertas de ocasión en un escaparate irrespetuoso.
Carlos acomodó instintivamente su sombrero, apenas inclinado al costado derecho de su frente, y encendiendo un faso se largó lentamente a su rumbo. No era de andar solitario, lo sabía su anfitrión de momentos atrás, pero esa noche, dijo, deseaba "patear" una distancia nada más que con su alma. Tales fueron las palabras conque el "Morocho" se excusó de compañía.
¡Claro!, necesitaba una respuesta interior luego de semejante propuesta en aquella reunión de alto secreto. Quizás rondaba su cabeza con la misma ebullición que escuchó el reto, hoy era lo más importante de su vida."A esta altura de los acontecimientos, no sé qué hacer, esto es fabuloso pero muy extraño", pensó.
Más adelante paró en una cabina telefónica y se metió en la caseta hurgando sus bolsillos por unas monedas. Como no halló nada entre dos o tres fichas de subte y unos boletos vía Constitución usados, de esos que el guarda no pide, miró alrededor tratando ubicar un bar para intentar un "fonazo" con el aparato del patrón. Siguió el trayecto desprevenido cuando una baldosa traidora le jugó en contra. Del duro tropezón nuestro personaje "aterrizó" contra el quiosco que recién cerraba.
Aún allí su propietario, se sintió perjudicado por un supuesto abollón en su cajón de lata. Increpó a Charli (1) sin importarle el infortunio de este con su pie torcido y ¡la punta del zapato desclavado!
Respetuoso ante todo, el "Morocho" pidió disculpas inclinando la cabeza en ademán de caballero, dio un toque con dos dedos al ala de su sombrero y continuó su andar.
Se arrimó a una pared cercana para proteger la llama de su encendedor escaso de bencina que apenas chamuscó un nuevo cigarrillo. El tabaco se apiadó del varón y asimiló la triste llamita. Aspiró entonces una bocanada profunda que pareció llenarlo de calor y sueño. No había dormido siesta recordó, aunque estuvo acostado un par de horas. Cargaba un entripado que no era sencillo y ocupaba residencia en la "azotea", su magnitud lo desvelaba.
También se marchó el vendedor dejando atrás el incidente. Subió al coche de un ñato que lo esperaba y arrancó sin apuro luego de apretar "play" en la casetera. En una hora especial sonó "Mi noche triste", perdiéndose como un sentimiento infeliz, en una esquina cualquiera.
Pocas calles abajo de la esquina donde se precipitara contra el negocio de chapas, Charli (1) encontró un bar 24 horas. El mozo jugaba con el control remoto de un televisor en estado de coma y de rabillo husmeaba por costumbre la calle a través de la vidriera nebulosa. Levantó apenas la mirada y se dirigió fríamente a Don Carlos que lo miró sin recelo y pidió; "el tubo por favor". El tipo sin expresión en el rostro dijo; "tá allá mashtro, pero luego de hablar deje una moneda mediana". Tras su advertencia el insolente continuó en su apatía y Carlos o Charli (1) , devolvió sonriendo sus palabras a media boca; "como usted diga jefe, tengo unos sopes pero no chirolas". Acto seguido se acobachó en un rincón igual a todos los rincones donde suelen colocar teléfonos. Ubicó el "negro" en su oreja, discó y preguntó, "Carlitos, ¿tenés unos minutos?, necesito hablar con vos..". A la pausa de segundos siguió la voz con acento circense cual si fuera salida de un caño oxidado, "Say no more don Carlos, ¿por donde anda usted?.." (JLLR)

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