Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Buenos Aires - París

Dos días antes de su partida Pablo preparó sus cosas. Para no olvidar nada, supuse, y lo noté pensativo, recorriendo espacios con la mirada sin detenerse en nada, y esto hizo que mi melancolía aflore. No es la primera vez que viaja pero en esta no pude hacerme a la idea de otro año sin verlo. Cuatro meses se cumplían ese sábado de su regreso. Y hoy en que escribo, han pasado cuatro días en que como buenos argentos, comimos asado para adornar la despedida. Ya se interponía un calendario entre nosotros. Estuvimos los cinco originarios de la dupla López - Forlín; Martha, silenciosa hacedora de sueños y custodio de nuestras locuras; Emi, "Trigo" y Ximena, nueva en la familia compartiendo vida. El correo electrónico y la "video cam" no fueron argumentos convincentes con el tema de la distancia, explicado por el inminente viajero en tal momento. Sopesé sus maletas y mochilas repletas de libros, plataformas de su recién lograda profesión, y su peso era increíble. Sumados sus efectos personales, el pedal para guitarra (menos mi vieja Hagtrom que no llevó, para evitar un exceso de equipaje en los aeropuertos y estaciones, y una erogación extra). Mi estado anímico era desastroso a las ocho horas de haber despegado el avión que lo llevó a París, siendo Nantes su punto de arribo. Le esperaban aún tres horas de tren después de las diez y siete de vuelo que concluían a las seis de mañana (hora argentina). "Es domingo a las 21.17 y pienso en aquél petisito panzón que lloraba frente a una vidriera en el centro de Santa Fe, pidiendo un chiche que tuve que comprarle pese a mi bolsillo escaso. O el día horrendo en que una correa de motor le destrozó sus deditos, siendo un par de años mayor, donde lloramos los dos por semejante dolor. A los 14 me sorprendió con sus dotes enormes para tocar con mi viola, claro, yo no lo escuchaba demasiado y su habilidad con las cuerdas descargó mi culpa de aquél accidente. Pablo es el segundo de mis tres queridos "corsarios", mis hijos, y puedo decir que todos estamos a su lado volando hacia la vieja Europa que no conocemos, salvo por fotos del mismo Pablo, o de películas y documentales. Primero fue Buenos Aires, luego la Universidad para estudiar Letras cinco años, y luego la Beca en Saumur otros 300 días, más o menos. Se que esto no es importante para otros, salvo para nuestra familia o allegados. Pienso en la influencia de los genes, como dijo mi pariente Isabel, para su ir y venir de trotamundo. Yo despegué de casa a los 16, me costó lágrimas el permiso. Regresé a los 21 después de haber navegado y descubierto demasiadas cosas aceleradamente. Aquello que no hubiera conocido en mi pueblo con mucho más tiempo. Todos tenemos cierto espíritu viajero latente, apenas dormido o reposando horizontes que nunca pisaremos. Pero eso es algo que nunca se sabe y seguramente maneja el gran Padre. (JLR)

1 comentario:

  1. Como me emocioné leyendo esto, no te das una idea. Porque yo estudio Letras como tu hijo (Supongo que en la misma Facu que cursó él, en la calle Puan??), porque mi papá es del 59, como vos (Lo vi en tu perfil) y porque esa alma de trotamundos me invade tan a menudo, que inmediatamente después de pensar en lo hermoso de vivir como un aventurero, veo la cara de mi viejo acá, en el fondo de mi casa, con sus cosas, con sus libros, su guitarra... veo a mi vieja, la imagino prendida al teléfono y a la compu con tal de tener noticias mías y acortar la distancia... y se me frunce el corazón, y se me hace un nudo en la garganta, y se me llenan los ojos de lágrimas. Por eso me tocó muy de cerca lo que escribiste... Porque no debe ser nada fácil ser papá, pero tampoco lo es ser hijo. Un beso grande!!!

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