Cerca de su pensión 6.10 pm

Sus manos siguen iguales, la edad nada les ha cambiado
siguen dispuestas, ágiles y prácticas como cuando las vi por primera vez.
Ella frente a mí, al otro lado de la máquina compartida
la fábrica y el ruido de la hiladora que daba miedo y yo sentía música
al rosar sus dedos por casualidad mal ensayada.
Venida del campo en los límites con el Chaco
pronunciaba sus palabras con acento, sonaba a correntino o paraguayo
eso me hacía reír y hoy que esa inflección se borró, la extraño.
Ella hablaba de animales, chacras, carros gomeros y zafras,
de tortas al rescoldo, desayuno junto a los zurcos y cogollos.
Yo le contaba de Almendra, de Manal y Moris, de John y Cooker,
Country Joe and The Fisch, de Nebbia y Los Abuelos de la Nada,
de Pajarito y el disco de Mandioca que me vendió Jorge en la plaza
y la Pelo con los dibujos de los Beatles viejos para su viaje a Buenos Aires.
Cuando me invitó a comer supe que era ella
y no otra mujer la que tendría de compañera para toda la vida,
sus milanesas y la mayonesa casera eran mejor que las de mi vieja,
si hasta parece que me enamoré exclusivamente de su capacidad culinaria.
Eso fue el adorno risueño para este acuerdo
al borde de la ruta cerca de su pensión, seis y diez de la tarde,
sin bajarme de la moto que aceleré a mil mezclando a propósito
el ruido del escape libre con el "sí" que me explotó suavizando mis oídos.
Nuestro cuento continúa y vamos casi como antes
combinando espacios a veces distantes en otras inteligentes.
¿Será esto el amor descubierto en su aire adulto?
Estamos juntos se, inventando con la misma inconsciencia,
notas simples y dulces para el tono de las canciones nuevas,
las que cantamos juntos y no tanto, por las noches en vela de críos y esa reflexión "anarco"que todavía late, se recicla, revuelve y sigue preguntando al viento.
Porque esas cosas se prenden al alma y el corazón que no se despinta como remera barata.
(JLR)