Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Letargolía


Mi diestra hurgó una pila de cuadernos y libracos viejos buscando resarcimiento para mi agudo estreñimiento mental. No quería ideas aunque las necesitaba, me urgía salir de mí, montar el caballo de quien tuviera praderas extensas para recorrer y no fronteras sin nubes ni cielos abiertos, recitando soserías encubadas, huérfanas de luces. Mi letargo fuera de combate chocó frontal y accidentalmente con una melancolía quejumbrosa que aleteaba mis rincones cargados de tempestad, mal humor y telarañas viejas amigas que no supieron retener algo para este desolado ser, en esta ocasión sumado en incoherencia y ausente de colores humanos. Sucedió que ambas hicieran causa común para estropearme más la vida por si algo faltara. Y no hubo libro ni apuntes que me salvaran de una ola implacable de imbecilidad, atrofia que percibí de mucho tiempo. Todo va quedando distante y el alma es un mascarón de proa, en la mía, rompiendo las olas que golpean despiadadamente como si fueran las últimas cachetadas de un río moribundo. Atrás queda la valentía, el amor, la mentira, el odio, la mar en coche y todos los que me importan y los yo voy a donde se me canta. El mediocre tono del sentimiento que pretendo no sale de su cuadratura y no creo que halle jamás la puerta hacia la calle de las historias perdidas. Ellas naufragaron frente a mí, se abandonaron como delfines agotados a morir en las playas mientras escuchaba crujir dientes masticando arena en su confusión de agua. Los sorbos desesperados fueron tremendos, como manos de cartoneros rompiendo sus dedos en la basura, tesoro de la pobreza plagada de erizos con su caparazón natural de vidrios, latas y podredumbre. Afanoso en la búsqueda de sanación superficial dejé de mirar los titulares de la miseria, insoportable por su fea construcción, figura desposeída que suele ofender nuestro olfato refinado. Miré a mi alrededor y aguanté la zozobra de tantas cuestiones que al final no solucionan nada. Para saberme sin las ataduras de un compromiso peligroso dibujé los límites que la complacencia me dictó para ser liberado, henchido con la lujuria y el artíficio de un mercader de si mismo. Mejor hubiera sido hundirme en el barro pensé, y al instante quebré el bolígrafo y deshojé el borrador que a su vez pareció burlarse, todavía triunfante desde sus blancos renglones desiertos. (JLR)

3 comentarios:

  1. Sí,supongo que ver como un camión se te acerca a toda velocidad y está a 5 centimetros de ti debe ser impresionante...Gracias por comentar...

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  2. muy buen che... q vocabulario xD
    "los voy a donde se me canta"... me mató jejej
    saludos
    pd: pasaste tempranito!

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  3. Hola José Luis, te devuelvo la visita y encantada de recorrer tus textos, lei varios cuentos del Dragón, Decir otros, es uno de los que más me gustó, quizás porque para mí es un relato fantástico, algo sobrenatural instaurado en el mundo cotidiano, no? y con todas sus reflexiones. Realmente cada vez que un lector aparece por mi blog y me hace un comentario siento una sensación de plenitud, la escritura se completa, encuentra un destino, y más aún cuando el que me lee es un buen escritor.
    Muchas gracias y te sigo leyendo
    Adriana la del laberinto.
    PD: "Detrás de la lluvia" es un cuento realmente ficticio, claro que siempre hay algo de uno en cada texto pero la historia es inventada. En realidad lucho contra cualquier catarsis cuando escribo y me imagino que puedo disfrutar del enmascaramiento detrás de cualquier narrador y de cualquier lluvia, jaja.

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