Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

viernes, 4 de enero de 2008

Alrededor

La mesa estrecha desborda abarrotada de lápices y bolígrafos que no uso, o en ocasiones muy espaciadas. Abundan apuntes olvidados en trozos de papel ordinario, junto a innumerables tarjetas que me dieron por ahí, que prometo revisaré otro día, correos sin dueños que recuerde, marcadores y todos los etcéteras imaginables. La cama de una plaza sigue desordenada en su rincón desde la última vez que dormí en ella. Fue el año pasado y ya transcurrieron cuatro días de aquello, je. No lo hago frecuentemente porque su colchón me fastidia hasta que concilio el sueño y todavía no pienso cambiarlo. A pesar del martirio que me infringe es un compañero fiel que no da un paso al costado cuando lo necesito. El motivo que la “catrera” ocupe este sitio es porque no tenía cavida en otro, y también porque viene bien un mínimo reposo a solo un paso de distancia y para no molestar a nadie de madrugada. Hay fotos sobre las sábanas arrugadas con sus pliegues característicos, más apuntes, el cable del grabador digital y una agendita con tapas de cuero que Emiliano hizo en el pre-escolar y anda a mi lado de aquí para allá según los años pasan. Todo seguirá su curso al otro lado de nuestra vida y quién sabe qué sucederá más adelante, conmigo, con la agendita y lo que aquí pueda encontrarse.
La bici de ruta sigue esperando mi puesta a punto al lado de la computadora antigua que guarda textos que quiero rescatar un día que nunca llega. Arriba de ella, la puerta trampa que subía al altillo, hasta que saqué la escala vertical para tener el espacio que aún es reducido. Norberto, mi amigo gendarme sonríe desde un portarretrato que comparte con Mario, arquero memorable de mi club barrial. Un ángel de la guarda y la escena de los niños al borde del río a punto de caer en busca de una pelota preside otro ángulo, y también la familia santa de Belén. Ellos están conmigo, los recuerdo de verdad, sigo sintiéndolos y la sensación no pasa por las imágenes cercanas o las fotos. Si no los tuviera allí su alojamiento en mi alma seguiría siendo de su exclusiva pertenencia. Clic. (JLR)

4 comentarios:

  1. José: es notable como has creado un texto hermoso desde una (no tan) simple mirada a esa habitación.
    Y a ver si un día te decidía y rescatás los textos de la vieja pc, que seguramente vas a encontrar muchos diamantes en busca del brillo perdido.
    Abrazo!

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  2. Uf, creí que era el único que tenía trocitos de papel con cosillas apuntadas, en fin, xevre el relato eh, mi habitación es muy parecida a la tuya: demasiado!
    Saludos, JLR, nos leemos

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  3. Las cosas que nos rodean habitualmente nos pintan sin necesidad de palabras, nos muestran sin filtros ni distorsiones... mi habitación está ordenada...terriblemente ordenada...
    Ojalá algún día decida que mi cama tenga pliegues y se cubra de papeles...
    Tu amiga a la distancia Kela.

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  4. un relato muy descriptivo
    de lo cotidiano
    emotivo y lindo

    Alu

    gracias por su visita...y bienvenido.

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