Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

lunes, 14 de enero de 2008

Escribo


Qué quieres que me diga, es simple, despunto mis jeroglíficos porque la palabra me habita, o porque el boleto es gratis. No se en qué grado de suficiencia o maestría, si para el lado de las efímeras luces o sencillamente para el oscuro baldío menos distinguido, diría, sinónimo de andrajoso, rubricado por desidias anónimas desapercibidas.
Adentro tenemos todo como en bazar, o en botica, usando la “titulancia” de aquél ángel gordo de la tele que presentaba tangos y a veces recitaba desastrosamente, y que aún así me gustaba. Llevamos en carga el silencio, unas dosis de amor y un montón de tarjetas válidas para la intolerancia, o tal vez para el odio, cada cuál lo sabe. Somos parientes del sol que nos devuelve el lado positivo, como si fuéramos pilas de carne y hueso. De las lluvias que no pesan y se deslizan con gratitud por las calles "cualquieras" de donde se me ocurra, y te dejo elegir también a ti. Del barro revuelto de los potreros, incluidos sus caballos, yeguas, potrancas y potrillos, sin distinción de pelaje, y del boyerito que mira debajo de su gorra y comprende asombrado lo que le gusta. Siento que describir este paisaje está demás pero, no me desdice cuando repito que soy agua de manantial, de charca que alimentó una cloaca descompuesta, o curso de albañal. Mi deletreo es miserable para decir lo que soy y no escondo nada, apenas voy y trastabillo ante dos o tres antónimos. No me alejo más allá de esta frontera que aún merodeo extrañado y siento vibrar al contacto de mis pies. Necesito saber que todavía estoy aquí molestando, o divirtiendo a dos o tres disidentes con este antifaz que jamás me ha ocultado, y siempre he llevado por mi afición de superhéroe trasnochado. Soy transparente y llano a ultranza, por si falta referencia. Parte de mis congéneres vivos y definitivamente aliado de los muertos que llevamos a cuesta y no quiero contradecirme en este punto. Puedo sugerirme alturas pero no para subir a ellas, sino para mirarlas de abajo con toda la libertad que me dejó la santa y terrenal madre que me parió.
José López Romero, martes 15 de enero, Esperanza
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Me propones un tema que sabes que es profundamente difícil para mi, a sabiendas, y sé que con la intención de exponerme a un juicio ante mi misma…
Me gusta escribir… y lo hago a menudo…
Siento que a veces me duelen las palabras que se aglutinan en un rincón desesperadas esperando la ansiada libertad… pero también conozco mi limitada y torpe aptitud para la empresa, no me gusta la verborrea irreverente… y es por eso que al final, siempre las páginas terminan en un rincón o dentro del cesto de la basura.
Desde una esquina oscura contemplo emocionada la magnificencia de los grandes y admiro la valentía de los que se animan, a sabiendas de sus propias limitaciones…
Diría que…
A veces siento la necesidad de derramarme lentamente sobre una página en blanco…y la felicidad se regodea en nuevos mundos donde la perfección roza lo hilarante, o donde las verdades y los sentimientos corren desnudos, olvidando sus mentirosos atavíos… es sencillamente apasionante la experiencia de escribir…
Los sentidos, desbordados, opacan lentamente la razón y dejan surgir abruptamente esa sensación de vuelo suave y placentero, inmerso en una nube de alocado viaje hacia ninguna parte…hacia ningún lugar… solo volar, por el simple hecho de sentir el viento en la piel y el desenfrenado latir del corazón vibrando.
Pero lamentablemente la razón siempre vuelve…y ella es lo que opaca la emoción y nos devuelve a este mundo plagado de imperfecciones, donde, aunque observe desde mi propia estatura…solo consigo ahondar cada vez más en lo profundo…hasta que todo queda en el fondo mismo de un precipicio del que no hay retorno, que solo tiene un destino…la nada.
Sigo trepando muros lentamente, aferrándome con fuerza a sus ásperas piedras… con miedo a caer, pero con la ilusión de llegar un día a la cima y poder al fin, liberar allí todas las palabras que viven prisioneras en mí.
Kela García, también martes pero, desde Mallorca




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