Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

solo vamos

Tal vez yo no sepa andar por la vida,  privilegio que está reservado a los inteligentes. 
Divago en voz alta por el resto de rodaje que hipotéticamente me toca.
Y miro pasar las personas y guardo su sonrisa o su rostro preocupado en el caudaloso río interno que alimento y creo conservar para una eternidad que desconozco, como todos.
La calle y las personas, amigos o no, los árboles añosos o no, cada uno en su propia fibra somos trazos de una geografía que viaja en el tiempo aunque no nos demos cuenta que este viaje nos dio y dará siempre, boletos que no tienen retorno. 
Solo vamos, alejándonos día tras día de lo querido amado u odiado, quién podría negarlo.
Pienso que como yo atesoro recuerdos del gran libro de la realidad, para alguien estaré siendo útil en esta misma condición. No hay mejor causa que agregar un poco de humana luz a esta aventura que nos tiene parados o marchando simbólicamente dicho, sobre un planeta nunca puro, ni justo o simplemente tranquilo. 
Las utopías son mi sangre, teorías que no cuajan en el proyecto de mundo que ha sido y es moldeado para una corriente que lleva a puerto seguro solamente algunas barcas. 
Lo bueno y lo justo nunca tuvo oportunidad, pues los intereses pecuniarios no comulgan con este sentido de la vida, ellos tienen sus altares y han cambiado por billetes el sacrificio y la sangre de la cruz.
Los mensajes navegan en los millones de botellas que podrían ser rescatadas cual souvenir. 
Los deseos son imperfectos porque la lealtad del corazón se ha perdido con quienes jugaron su existencia al todo o nada por los otros, por mas que los cenotafios intenten reinvindicarlos.
Ayer escuché que el afán y la necesidad de sobrevivir no aconseja decir las cosas de frente. Algo me hace entender que solo es miedo o conveniencia lo que ablanda el coraje, y a cambio se pone delante una estrategia sin coraza de puertas adentro y que a simple vista se desarma tristemente como papeles bajo la lluvia.      
                                                                                             Texto y gráfica de José López Romero  
 
  

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