onírico

Mi sueño clandestino cruza la ciudad entera.
Va extranjero en un cuerpo que olvidó su vida de hombre, el fruto brillante nacido de un árbol con raíces de arena.
Cada huella es un paso que se ha borrado.
Va mi sueño fugándose del tiempo, con música de armonías secas, tentando al pasar, a un otoño compositor de arrabal, tanguero de las veredas desiertas. Mi sueño baila confundido, se vuelve rama al conjuro del viento, el mismo que torna viejos a los robles compañeros, desprevenidamente.
Convertido en gotas, mi pensamiento fabricado en una alfombra de plumas mágicas, cae como lluvia limpiando tu carne rosada. La envuelve en sus brazos, que se alertan, por la tibieza de tu vientre dormido.
Mi sueño salido de una grieta en la pared se escurre entre alcantarillas, se derrite con el sol del alba, de rodillas ante tu imagen.
Cómo esperas que entienda, si de tu ombligo salió mi mundo, que es al fin, más pequeño que la punta de tus dedos.
Alguien dijo que los ciegos no tienen sueños, alguien que no cree en los colores o que no vive en las ciudades. Alguien que nunca corrió por los campos sembrados de trigo, de lino, de girasoles.

Mi sueño tiene un arquitecto de humo, un albañil que apila ladrillos de algodón y techos de lana.

Es un alfarero ocioso moldeando con amor y paciencia, las historias para ese niño que no puede dormirse, para aquél hombre con inspiración de algas y zapatos con alas. (JLR - PCL)