Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

sábado, 10 de marzo de 2012

De mi río marrón (Fragmentos en serie)

El amanecer juntó mi nostalgia con el espejo marrón cuando la primera estela de plata surcaba su lomo tranquilo. El pescador temprano de remada larga iba buscando el sitio ideal para sus espineles, y mientras tanto, con su mirada acariciaba las barrancas apenas desnudas y recién despiertas. De pronto en su actitud alerta se vio gratamente sorprendido ante el vuelo de altura trazado con figura geométrica y a contraluz, por los madrugadores patos negros vulgarmente llamados siriríes, por el silbido de su canto. Henchidas las maderas de la fiel canoa descascarada, recibían el suave rezongo del río arriba, “chasqueando” el oleaje con música de sus palas en un juego de costados vivos y rivales en la porfía. Parecía caprichosa y tenaz su resistencia al empuje natural del cauce salado que tiraba en contra, ruta original de los peces orientados hacia el engaño ancestral propuesto por el hombre de las manos curtidas, bendecido a veces por un rosario de enganches o un sin fin de desencuentros de los que su orgullo herido, seguro jamás dará cuentas. Levemente sonrojadas por obra del sol naciente, las nubes descolgaban del cielo su barba blanca entrelazándose en la paleta del pintor eterno. Horizonte quieto a lo lejos, obra maestra de la maravillosa creación, corazón abierto de par en par, cual si fuera tranquera de los montes, generosa y libre en sus pinceladas libres para mis ojos y mi regocijo de adentro. Amén.
(Texto y fotografía de José López Romero, de la serie “Río marrón”)

1 comentario:

  1. Estaba extrañando tanto tus entradas, José. Todo me parece tan conocido en tus palabras, algo mirado por mis ojos pero desde los tuyos.
    Un abrazo

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