Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

viernes, 5 de julio de 2013

colorear el alma


 Los pasos dejan huellas sobre las hojas,
Igual que la tarde cayendo hacia su costado profundo.
Trato de entender las miradas que encuentro recorriendo calles, amando la naturaleza heredada, las paredes donde todo sucede y cuentan historias.
Levanto mi mano instintivamente, porque un saludo es igual en todo tiempo.
En los pueblos queridos es así, aunque algo nos conmueva de tanto en tanto.
Lo simple no es tonto, y discurro que la palabra suena con su significado de manual demoníaco, con que se estigmatiza a los que no levantan la voz y colorean el alma para no extraviar el sentido de la vida.
Siento que no todos huyen de su espíritu amplio, generoso y sin preámbulos falsos, y que tales ideas no transigen y es difícil derrotarlas.
Son demasiados retos para los seres austeros y carentes de malas artes, que  recomponen el vuelo sin caer, aún con sus alas heridas.
Un día, su sangre al fin será calificada buena o justa y tendrá titulares interesados, donde escribirán los negadores históricos que no serán leídos.
El amor de lo verdadero inundará los barrios altos y bajos cual si fuera música, verde mar, río marrón, acero, fábrica y obrero, patrón honesto, árbol, trigo, campesino, paloma, jilguero  y gorrión.
Las mejores letras ratificarán que un digno propósito hace y hará camino, que  sobrepasa fronteras en las cabezas libres, que el silencio no es pesaroso cuando acompaña al pecho franco y sin traiciones, que estalla y canta.
                                                            
                                                                                 Texto y gráfica de José López Romero


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