Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

sábado, 14 de septiembre de 2013

allí están


Mis apuntes parecen malandrines vagando por cualquier paraje o escondrijo, intentando eludir una búsqueda o un encuentro brutal con su realidad adversa. 
Creo verlos con rumbo incierto hacia costas bravías como si fueran barcos errantes, ansiosos de playas donde recalar, pero solo son mis papeles furtivos o desaparecidos, combatientes ociosos de ninguna batalla o revolución subjetiva. 
Podría imaginar pasadizos y recovecos, túneles secretos detrás de murallas y cualquier  fantasma atento para sustentar la fuga de mis palabras buenas, tontas o malas. 
Allí están, propensas al desparpajo, con su actitud de piezas sueltas, libres en mi cubil pero al fin de cuentas presas en sus celdas abiertas que van rodando caprichosas, sin anclaje ni virtud o destino aparente.
Apenas andan como un mendicante en la calle que no hace daño ni tuerce la voluntad de nadie. Mis letras heredadas y ausentes planean la soledad y el orgullo fanático de hacer lo que tengan en ganas mientras tengan el sustento de sus propias alas.
No son una mujer bonita, tampoco una máscara de brillante fealdad, dicen ser pensamientos rebeldes que trepan entre músculo y espacio, peldaño a peldaño la escalera de la libertad que nos les fue concedida cual un derecho.
Yo no entiendo su mensaje ni tampoco el absoluto, dejo que hagan su mundo, que dibujen  fantasías, sueños y luchas, esas sensaciones del metabolismo que fabrica dudas.
No les daré cobijo ni sentiré dolor por el suyo propio, las quiero a mi lado con sus rostros limpios sabiendo que solamente muy de vez en cuando, molestan.
                                                                                       Texto y fotografía de José López Romero

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