Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

jueves, 28 de noviembre de 2013


Era el principio de los 70' y Andrómeda, nuestra banda, fue la primera que llegó a este lugar hoy abandonado, triste y lejano de aquellos días de Gatos y Rolling Stone.
Seis muchachos del interior que comenzábamos a rodar nuestra propuesta, cuando lo impuesto decía otra cosa, pero nosotros como otros, queríamos algo diferente.
María Luisa fue el pueblo de nuestra segunda presentación, pista al aire libre en el bar de Galetto, noche de verano y pelos al viento, con el estruendo en las orejas que parecía salir de los nobles equipos nacionales, un Leme de 50 para las voces y otro para la segunda viola, uno de 25 y el Ucoa de 60. Imaginábamos una enormidad con el volumen al mango, y pensábamos en aquél festival de medio millón de personas donde a un kilómetro la tierra se sacudía y a diez se escuchaba sin pagar. 
Cada vez que regreso a esta localidad por lazos de parentesco, doy una vuelta por el lugar que aún me produce vibraciones y no oculto que una emoción muy fuerte. 
Lamento que el escenario haya sido destruido para llenar su hueco con un auto. 
El buen veneno de la música sigue latente cuarenta años después y es mi promesa hoy, 2013, que volveré a tocar allí, para despertar a los viejos pero renovados duendes que nunca me abandonan. Amén.

                                                                                  Texto y fotografías de José López Romero 

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