Los ángeles muertos y los viejos cuerdos son hilos de viento y azules de cielo. La magia que veo, el sol que yo quiero, los besos sin precio, mi alma y documento.

viernes, 6 de junio de 2014

millones de manos


Protocolos, pre conceptos, pocas son las sorpresas, la ruta está delineada para que nunca hallemos la fantasía del azar en este valle, el de las lágrimas, como suele decirse, já. 
El fondo del teatro de los días suma tinieblas y soledad codo a codo, mientras una luna de alto voltaje acomoda figuras y sensaciones, un modo escrito de lamer la vida, por donde se escapa la luz oculta de un rincón, el rugido del león, un poco de odio, una dosis de amor.
Todos estamos en el andén y a lo lejos aparece el beso y el aire de una copla ferroviaria y una puta ilusión que no se amarra a este tiempo ni con farol de luz verde.
Un poema es deshojado, apretado al piso y al cielo que abre su compuerta en contadas ocasiones, es raro este discurso verdad?, tienes razón, pero no me disculpo.
He perdido la punta del hilo y el tren se aleja con mi equipaje, alguien me dice que tiene un boleto repetido que lleva mi nombre y lo tomo a préstamo. 
Semillas de suertes flacas secan la lengua y hacen corte de manga. El cantor se desliza desde las cumbres, el tapiz es un desierto y también el hueco palmar de los aplausos, nada le importa, es prisionero de sí mismo y lo celebra conmigo. 
Alguien ha muerto en la calle, las sirenas llevan su alma y la arrojarán en una garganta de cemento envolviéndola con su aliento podrido.
Millones de manos dibujan un mar de pálida piel, todo parece escrito en el diario de hoy pero bien podría haber sido fagocitado por un pasquín de ayer. La muchacha que asumió su sexo hace su rutina de persona común igual que otras millones de historias de pelo color y que sé yo qué. Tal vez  dirá que este zapato tiene la suela al revés, pero el tiempo desenvuelve una esquina que canta y discurre con almas desorientadas como la mía, lo hace en cada puerta y en cada señor que acomoda sus gafas en el acto de sacar la basura a la vereda mientras putea desaforado a unos tristes perros hambrientos preparados para el asalto a su bolsa. 
Canto un réquiem al bostezo de la noche y al "emotema" del pobre que busca un tesoro salvador en la madrugada, pero eso es cuestión de gatos vagabundos. Él no lo sabe.
Me permito una patada al aguijón del desencanto, el que vos y yo sabemos nos adeuda una gema cualquiera que nos acomode el bocho, no cierres el puño, y no creas tantas cosas. Gracias 
                                                                                           Gráfica y texto de José López Romero

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