Cuando busqué una forma de mostrar mi alma, elegí la sinceridad, la transparencia que nos hace distintos, no mejores. Me vestí con el verde de los sueños de Marcos, que se apiada del planeta, y aún cree se puede salvar algo de nuestra casa Madre. Soy parte de las incógnitas buenas que Emiliano carga de pibito, lo pinté desde mi presunción, en esa baldosa roja que conservo hace tanto. De Pablo tomé su lícita obstinación de buscar un destino de cielos y mares distantes. Los tres en mi corazón y en el de mi compañera, Martha, a quien suscribo en este soliloquio, esas cosas sin permiso que despierto cuando tengo un minuto de inspiración urbana. No es mucho, tan solo lo que quiero y amo con el mismo tono, nada ha cambiado en mí. (JLR)
Ingresé a los blog hace unos días. Es notable la diferencia de enfoque ante
ResponderEliminar>un mismo interés… La poesía de Pablo (le feu, sobre todo) me impactó
>sobremanera; tu mirada poética sobre el árbol que dedicaste a Martha, de
>una
>riqueza infinita. Es, como creo haberte dicho muchas veces, el José Luis
>sensible y profundo el que aflora en ese poema… con un toque filosófico
>ante
>cosas sencillas. El que dedicás a tus hijos no tiene desperdicio tampoco…
>En
>fin, existe una ligazón, una especie de alianza padre-hijo de apariencia
>inadvertida pero que apenas uno recorre los renglones encuentra el nexo.
>
>C. Isabel
>
Me permití publicar tu comentario; Isabel, aunque haya llegado por otra vía. No podía permitirme dejar en la casilla de correo tu valiosa opinión que para mí, y seguro para Pablito, tiene una medida infinita, marcando a su vez, un verdadero compromiso para ambos.
ResponderEliminarNo se cuánto será el camino por delante, Dios y el destino disponen pero, no tengas dudas que seguiremos sembrando nuestras pequeñísimas semillas. Gracias siempre.