

Contar con amigos es una obligación humana de rigor. También con una mujer que entienda nuestra liturgia cotidiana, que nos de hijos para sentir que cumplimos con la especie y con nosotros mismos. Los purretes son la genialidad de la vida, lo que ellos despiertan con su gracia nueva pagan cualquier dolor o humillación que pudiéramos recoger en el camino. Garabatear un sentimiento pasa por otro costado y no es necesario creernos Cervantes para arriesgar unas frases que nos iluminen el cerebro con la mínima potencia. Somos carne perecedera, y la importancia de la existencia dura la eternidad de pocos segundos. Por eso busco la simpleza de una sonrisa, un saludo al paso, un vino compartido anque sea superficialmente, un abrazo y aquí no me permito frivolidades, unas lágrimas de emoción, una cancha y un grito ofreciendo el alma por una camiseta. Alguien dirá que no son razones lógicas y estará acertado, las palabras de una madrugada salen solidarias y se apiadan de un corazón endeble. En todo caso esto me rebela y no me siento estúpido por mostrar mis debilidades. Digo que esta es una ventana por donde permito entrar el flujo de cualquier inspiración. Aún no ha llegado nada y divago, este es mi tiempo de rincón sin máscara, de andar a tientas sin preceptos, por eso hablo con el silencio aunque ande Dios alrededor diciéndome que no es por aquí sino por allá, y le digo que sí pero que podría haber avisado que venía, aún no estoy preparado.
Él sabe hacia donde voy aunque yo crea que elijo los senderos. El dispone las barajas y con ellas juego apenas. Tal vez figure en su libro de inutilidades y está perfecto. Nunca fui bueno para el azar y siento que podría ser tarde para volverme experto con los naipes. (JLR)
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