Nosotros somos la calle porque le prestamos nuestros colores. Hacemos de ella lo que nos sale aunque a veces equivocados y de modo intransigente, no conjugue con lo que es mejor para todos.
En ellas crecemos y saltamos de la adolescencia a la juventud de paso rápido hacia la madurez. Conocemos lo bueno y lo diferente, aprendemos a decir lo incorrecto que es lícito para unos y lo contrario para otros, nada ni nadie es perfecto y vamos corrigiendo sobre la marcha, improvisando sanos o sin escrúpulos.
Sin saber o imaginarlo caminamos codo a codo con almas gemelas, con truhanes, con santos, Cristos urbanos, con futuras víctimas o victimarios y un sinfín de seres posibles de una frondosa lista que la memoria no resiste.
La calle libera millones de emociones y en su diversidad navegamos hasta el desembarco final.
Todos sin exclusiones, mal o bien, con decentes o indecentes, príncipes o mendigos, cada cual con su argumento o filosofía de vida a cuestas, sin apelaciones deseamos ser felices.
Texto y gráfica de José López Romero. Esperanza, Santa Fe, Argentina.
No falta un día que ese deseo se haga presente, al menos por un ratito.
ResponderEliminarAbrazos, José.
Saludos a Esperanza.