Sin avisos a nadie fue cambiando las cosas comunes de su vida. Dejó el auto que había dejado de actualizar en una calle cualquiera. Sacó los muebles que lo ahogaban en su casa a la vereda y puso un cartel sobre ellos que decía “haz lo que quieras”. Lo mismo ocurrió con las prendas innecesarias, los aparatos de cada necesidad promocionada que fueron a parar al carro de un cartonero maravillado por tal desprendimiento. Este hombre recolector de miserias con gesto de asombro dijo a su niño, “ni siquiera estamos en diciembre”, y luego azuzó al cansado caballo jornalero, hambriento y perturbado por el enjambre de un tránsito enloquecido y contaminante.
“Marchamos apurados a ninguna parte con más urgencia que nuestro planeta que tarda un día en girar sobre sí con nuestras tempestades a cuestas”.
Una sobredosis de urbanidad lo encorsetaba y para el ya nada estaba bien. Un impulso genuino y sin trampas intelectuales había explotado en su mente. “Hay que empezar un día” se dijo y fue mucho más que un interrogante o un prejuicio remanente a su planteo personal. Después buscó su espacio de fecundar palabras, donde les daba vuelo porque eran hijas del viento, donde recibía el calor de sus recuerdos sintiéndose perfecto. Exudaba paz y con ella adornó el entorno dentro de su propio silencio para ese largo y deseado camino al olvido de tanta tristeza recogida. Con el corazón aferrado al pasado no regresaría jamás de su viaje, nada le quedaba por vivir fuera de aquellos queridos paisajes humanos que recorrió con sus ojos cargados de amor en sus fotografías atesoradas. Cuando el reloj dio la hora esperada respiró profundamente abriendo un libro de páginas transparentes cual si fuera la Babel del mundo y en voz alta leyó solo para sí el final que en realidad ya conocía. Recitó salmos desconocidos a su memoria y canturreó balbuceante melodías antiguas hasta cerrar sus párpados al crepúsculo que ya no le causó heridas.
Al despuntar el nuevo día su figura permanecía inmóvil en el sitio, tenía la mirada en signo de adiós hacia el horizonte de techos oxidados del vecindario. Ya no habría fronteras para el si alguna vez las tuvo, le dolían los muros que fueron levantados a lo largo del mundo y de persona en persona. Su vida fue la ofrenda para una promesa impostergable cumplida al filo de un amanecer cualquiera. (José López Romero)
“Marchamos apurados a ninguna parte con más urgencia que nuestro planeta que tarda un día en girar sobre sí con nuestras tempestades a cuestas”.
Una sobredosis de urbanidad lo encorsetaba y para el ya nada estaba bien. Un impulso genuino y sin trampas intelectuales había explotado en su mente. “Hay que empezar un día” se dijo y fue mucho más que un interrogante o un prejuicio remanente a su planteo personal. Después buscó su espacio de fecundar palabras, donde les daba vuelo porque eran hijas del viento, donde recibía el calor de sus recuerdos sintiéndose perfecto. Exudaba paz y con ella adornó el entorno dentro de su propio silencio para ese largo y deseado camino al olvido de tanta tristeza recogida. Con el corazón aferrado al pasado no regresaría jamás de su viaje, nada le quedaba por vivir fuera de aquellos queridos paisajes humanos que recorrió con sus ojos cargados de amor en sus fotografías atesoradas. Cuando el reloj dio la hora esperada respiró profundamente abriendo un libro de páginas transparentes cual si fuera la Babel del mundo y en voz alta leyó solo para sí el final que en realidad ya conocía. Recitó salmos desconocidos a su memoria y canturreó balbuceante melodías antiguas hasta cerrar sus párpados al crepúsculo que ya no le causó heridas.
Al despuntar el nuevo día su figura permanecía inmóvil en el sitio, tenía la mirada en signo de adiós hacia el horizonte de techos oxidados del vecindario. Ya no habría fronteras para el si alguna vez las tuvo, le dolían los muros que fueron levantados a lo largo del mundo y de persona en persona. Su vida fue la ofrenda para una promesa impostergable cumplida al filo de un amanecer cualquiera. (José López Romero)
Hermanito, amigo, no concibo otro final para es hombre de sueños y palabras. La froneras, los muros, las cercas también me duelen. Sobretodo ahora que quiero con el alma llegar a Chile y Argentina.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo hermanito
Carlos Eduardo
- Paisajes humanos, las fotografias en donde vemos crecer a los que amamos, y ahora con las camras digitales guardamos todo en una computadora. Tu personaje pudo guardarlas en el alma y se enbebio en ellos antes de la partida. Hrmoso, realmente hermoso. Ade
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarlas puertas son la primera frontera, a veces, díficiles de traspasar
ResponderEliminarMe has hecho pensar...
ResponderEliminarQué resultado tendría el hacer un formateo a la mente??
Cómo amaneceríamos sin aquello que hace daño, pero también sin aquello que no lo hacía...?
Un beso y perdona mis paranoias ;)
Fronteras físicas, puertas, paredes y lo que es peor las barreras mentales de quien no es capaz de abrirlas para dar cabida a todo un mundo lleno de imaginación, cratividad y de amor fraterno que no conoce este tipo de obstáculos.
ResponderEliminarSaludos
Llega un momento en que ni siquiera romper barreras, decir adios, te causa dolor, cuando has madurado suficientemente tu decisión. Abrazos
ResponderEliminary la puerta del descanso es también la de la libertad
ResponderEliminarSin fronteras, o más allá de ellas.
ResponderEliminarMuy bueno, JOsé.
Un abrazo.
Alicia
"Fecundar palabras porque eran hijas del viento" Me han embobado estas palabras por ser tan poéticamente ciertas.
ResponderEliminarSaludos.
“La mejor máscara es la de nuestro propio rostro”, pensaba Nietzsche. Que es decir la de nuestra
ResponderEliminaralma. Máscara de cristal: transparente. Nuestro rostro está enmascarado por el alma que se
espeja o refleja en él, modelándolo sucesivamente de pasión o pasiones: viva y mortalmente.José...como se nota que estamos marcados por una época...Gracias... Te dejo un beso.Silvi.
José, querido amigo, un suicidio preparado dejando de lado las palabras fecundadas, con las que sí se puede hacer mucho, aunque no lo creas. Las palabras pueden ser hijas del viento pero, por eso mismo, llegan donde sea, mejor dicho donde deben. Las fronteras existen, es muy penoso reconocerlo, son físicas, visibles pero perecibles, no lo crees? las fronteras entre personas existen cuando hay odio entre ellas. Eso creo que es más difícil sentirlo pues son los gobiernos de turno los que nos implantan sacrificios, órdenes, deberes. Por la Patria, dicen, cuando todos deberíamos pelear por nuestra humanidad, por la hermandad y la paz mundiales, por nada más; lo demás llega por añadidura, cuando aprendemos realmente a amar.
ResponderEliminarNo te desanimes hermano, las cosas grandes empiezan siendo pequeñas, pronto crecen y todos las queremos. Cuando el amor y la paz de que hablo se difundan, será difícil encontrar odios ni resentimientos, sólo perdones, abrazos inmensos.
Yo te lo adelanto José, y te abrazo muy fuerte.
Eres tú en toida tu extensión.
ResponderEliminarHermodo . Al fín pude entrar y leer y sentir las emociones que despiertan tus relatos.
Un abrazo inmenso y nos seguiremos.
Migdalia
Llevo un buen rato emocionada entre tus relatos, todos me gustan, todos me llegan más allá de la piel, se quedan frases completas tatuadas en mis archivos de “cosas importantes sobre las que pensar”, tienes mucho talento, José.
ResponderEliminarComo el hombre de esta historia, siento el impulso de desprenderme a menudo de casi todo, de quedarme desnuda de necesidades materiales, sólo afectos, buenos recuerdos y paz, pero no llego al final. Aunque si imagino un final, me gustaría irme serena, consciente y apagar el interruptor sin posesiones y con un toque de humor.
Quizá me quedaría la cadena de música y dejaría a la Callas sonando, sería de noche, y abriría la ventana para que entrara aire fresco.
Muy bello todo lo que escribes, José.
Un abrazo desde Barcelona, y esperemos que alguna vez no haya fronteras y todos los seres humanos tengamos las mismas oportunidades de ser felices y de sufrir por intentarlo.
José: No sólo la forma en que está escrito, que me pareció buenísima, el tema planteado surge con una fuerza enorme cuándo las paredes del mundo parece que nos hubieran atrapado a todos dentro. Te felicito José, el corazón profundo-no sólo urbano- y la mirada larga en un bellísimo texto. Un abrazo. Merci
ResponderEliminarJosé, amigo mío, regreso a pedirte que pases por mi blog para recoger un premio que te pertenece. Mi abrazo inmenso.
ResponderEliminarQué fuerte y bello!
ResponderEliminarMalditas fronteras
malditos muros
que dividen los mundos
los hermanos,la primavera
el cielo y los mares....
muchos besos
Interesante tema, y si....yo creo que estamos atrapados en el deber ser, pero este contexto nos da suspiros de una rara libertad.
ResponderEliminarwww.harlem-shuffle.blogspot.com
un texto maravilloso
ResponderEliminar... suenan melodías antiguas tras la estela de tus letras...
saludos
buenísimo, me gustó tu blog!
ResponderEliminarBsss.
Es bello este texto tan significativo, traspasar una puerta, saltar un muro son cosas de todos los días, creo que hacerlo bien alivia el alma, bello blog, gracias por tu visita.
ResponderEliminarBesos
José, gracias por tu comentario y por seguirme. Todo un honor para mi.
ResponderEliminarSaludos
José:
ResponderEliminarTus palabras llegan hoy a mis pupilas como lluvia de abril... ¿Cómo se camina hacia el olvido cuando el corazón está aferrado al pasado?
Siempre pienso que internet es un medio muy frío para expresar sentimientos, pero tu blog es un lugar mágicamente cálido al que regresaré con tu permiso, para seguir tejiendo mis alas día a día... quién sabe? igual algún día me hagan volar por encima de las fronteras malditas y los muros...
Saludos desde el Mediterráneo:
Mar
Amigo... un gusto como siempre volver a tu blog..
ResponderEliminarEstoy en ese proceso de desintoxicación, de renovación interior, de profundización en mí y en lo que quiero...
Fue un texto muy lindo...
Espero que te encuentres bien,
Abrzos...
Mel.-
Jose, amigo y compañero... no tengo como apalabrar lo que siento... capaz que pueda levantar este cuento que encontre como una maza y darle con todo al muro que no me permite entrar a los demas y ser entrado... muchas gracias...
ResponderEliminar...(Estoy llorando)
ResponderEliminarPasa que pesan las cargas y de pronto, un día se decide que hay que trascendernos, y allí, la decisión de abandonar...el perfil del suicida es una sobredosis de carga sensitiva que cualquier día se desborda para darle alas al infinito...(y sigo llorando).
José, gracias por tu percepción que traspasa en lo profundo y recibe el más fuerte abrazo desde mi universo.
Anna Francisca
Me he paseado por tus letras. y me ha gustado mucho descrubrir tu blog.
ResponderEliminarBravo por la emoción que influyen tus palabras.